30 mayo 2006

Hey, hey, Sabina

Contra todo pronóstico, el viejo Sabina se marcó un espectacular concierto el 28 de mayo en el Velódromo de Anoeta. No es plaza cómoda para ningún artista, debido al gran aforo del recinto, capaz de albergar unos 12.000 espectadores. El de Úbeda reunió más o menos a la mitad, lo cual no está mal si se tiene en cuenta que había visitado la ciudad hace tan sólo tres meses.
De todos modos, la propuesta de esta nueva gira, Carretara y Top Manta, es bien distinta de la anterior gira, creada ex profeso para presentar su último disco. En esta ocasión, Joaquín Sabina ha preparado un repertorio cuajado de viejos éxitos interpretados con estilo rockero. Y a pesar de la sombra del gatillazo y los achaques no tan lejanos en el tiempo, el muy truhán salva la papeleta con nota y demuestra estar en buena forma. Parece, además, que su voz está menos cascada que en los últimos años...
A continuación, os dejo la crónica del concierto del Velódromo publicada en Noticias de Gipuzkoa el martes 30 de mayo.


Rock and Roll Heart

Por Juan G. Andrés

Joaquín Sabina. Gira ‘Carretera y top manta’

Intérpretes. Joaquín Sabina (voz y guitarra acústica), Pancho Varona (bajo, guitarra portuguesa y voz), Antonio García de Diego (teclados, guitarras y armónica) Jaime Asua (guitarras), Pedro Barceló (batería) y Olga Román (voz, teclado y percusión menor). Fecha y lugar. Domingo, 28 de mayo. Velódromo de Anoeta (Donostia). Incidencias. Asistieron cerca de 6.000 personas y el concierto, que incluyó varios bises, se prolongó durante más de dos horas.

Lo prometido es deuda. Tras cumplir, como él mismo dijo, una condena de tres meses y un día sin pisar Donostia, Sabina regresó a la ciudad y lo hizo con contundentes bríos rockeros. Acompañado por sus fieles compinches, prácticamente los mismos que le acompañaron en su reciente visita doble al Kursaal, irrumpió en el escenario, guitarra acústica en bandolera, haciendo sonar los compases de Aves de paso. Elegante –con frac y su habitual bombín– pero informal –con pantalones tejanos–, cantó Ahora que mientras golpeaba violentamente las tablas del escenario con su bastón, un objeto que, superados los achaques de hace unos meses, ha pasado a tener un uso meramente estético para Joaquín. El de Úbeda se metió al público en el bolsillo desde el inicio del recital gracias a un repertorio trufado de viejos éxitos como Mentiras piadosas, Conductores suicidas o Quién me ha robado el mes de abril. Hubo pocos momentos para el reposo –brillantes y líricas Calle Melancolía, Una canción para la Magdalena y Siete crisantemos, con un guiño inicial al Knockin’ on Heaven’s Door de Bob Dylan –, pues el concierto discurrió por derroteros eléctricos: la interpretación de La del pirata cojo y el clásico Pacto entre caballeros disparó la adrenalina en el Velódromo. Entre canción y canción, declamó versos supuestamente improvisados (“El euskera es la tregua de un esperanto que espera y desespera. ¡Ahí va la hostia!”) y se despidió entre aplausos con el medley Noches de boda-Y nos dieron las diez. Conclusión. Fueron dos horas largas de buen espectáculo en las que, para descansar la voz –menos rota, eso sí, que en los últimos tiempos–, dejó cantar a sus compañeros, pero Sabina demostró una buena forma rockera encomiable. Como en los mejores tiempos de Viceversa.

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