14 abril 2009

'Buñuel en el laberinto de las tortugas'

En el supuesto -y dudoso- caso de que haya alguien ahí fuera, quizá se haya percatado de que la norma de la casa es repescar textos ya publicados sólo si éstos van acompañados de fotografías tomadas ad hoc por el autor de este blog. En este caso, sin embargo, no existía el modo de inmortalizar fotográficamente a quien ya es inmortal desde hace tiempo -Luis Buñuel- ni tampoco fue posible concertar una cita de cuerpo presente con el historietista Fermín Solís, de modo que la osada solución final pasó por perpetrar un dibujo de alguien que podría ser el cineasta sordo de Calanda. O Jean-Paul Sartre: sólo habría que cambiar la cámara tomavistas por una pipa...

En su día prometimos que la sacrílega ilustración creada con motivo del aniversario de Edgar Allan Poe no debía sentar un precedente, pero este humilde fotero ha vuelto a hacerlo y ha cambiado la cámara por el lápiz con el único objetivo de recomendar un gran cómic editado por Astiberri, Buñuel en el laberinto de las tortugas. Haceos un favor y echadle un vistazo.


Tierra sin pan, cómic con miga


A pesar de ser extremeño, Fermín Solís (Cáceres, 1972) jamás había visitado Las Hurdes. Tampoco conocía la obra del cineasta aragonés más universal, del que sólo había visto Un perro andaluz (1929). Hasta que decidió embarcarse en su proyecto más ambicioso, Buñuel en el laberinto de las tortugas (Astiberri).

El cómic describe el rodaje de la tercera película del sordo de Calanda, Las Hurdes, tierra sin pan (1933), un documento inclasificable y polémico usado para denunciar las miserables condiciones de vida de los habitantes de una de las regiones más olvidadas de la España de la época.

Solís afirma, sin embargo, que Las Hurdes sólo fue una "excusa para hablar de Buñuel", un personaje que le fascinó "poderosamente por su mundo interior, sus contradicciones y su relación con la religión", entre otros asuntos. Así, las viñetas del creador cacereño contienen guiños a otros trabajos del realizador, a su infancia, sus sueños o Salvador Dalí.

El dibujante define su cómic como la historia de "una persona que se busca a sí misma". "Buñuel volvió de París perdido y desengañado con el grupo surrealista. Quería hacer algo diferente y Las Hurdes tampoco le ayudó mucho porque luego estuvo años sin hacer otra película", rememora el artista, que no titubea cuando se le pregunta por el objetivo que perseguía el director: "Quería remover conciencias, provocar y hacer una crítica al gobierno de la II República". Un gobierno que, molesto por la incómoda verdad descubierta por Buñuel, censuró una película que contenía imágenes de extrema crudeza: niños desnutridos que untan pan en un río insalubre, hombres y mujeres aquejados de bocio y paludismo, una niña moribunda abandonada en plena calle, enanos inquietantes y un burro famélico devorado por abejas, fotogramas conectados con su obra más surrealista.

Manipulación de la realidad
Ficción sobre hechos reales

Dice el dibujante que Las Hurdes transmite aún hoy muchas sensaciones, "algunas terroríficas". En su primera y desasosegante visita a la zona paseó por las alquerías, los conjuntos de casas bajas de piedra y pizarra que, como en la película, conforman un gran laberinto. "Esa noche tuve una pesadilla en la que varios hombres llevaban a un cretino atado del cuello y para comer le daban huesos de bebé muerto. Decidí incluir el sueño en el cómic".

Solís visitó la región y leyó ensayos sobre el cine de Buñuel. Fue una ardua tarea de documentación que habría sido más fácil si en su autobiografía, Mi último suspiro , el director hubiera incluido más detalles acerca de Tierra sin pan , a la que apenas dedica unos pocos párrafos. Ello, sin embargo, le dio libertad para inventar su particular making off . "Ha sido interesante fabular con situaciones que pudieron suceder. ¿Por qué no pudo Buñuel vestirse de monja durante el rodaje? También me interesó alternar realidad y fantasía en pasajes como el encuentro del director con la muerte".

Dividida en tres partes, la novela gráfica arranca con una pesadilla en la que Buñuel habla con la Virgen, continúa con un diálogo beodo y surrealista que el cineasta y su amigo Ramón Acín mantienen en París y concluye con el rodaje.

En este punto, Solís no olvida la manipulación de escenas como el despeñamiento de la cabra, que en realidad no cayó al vacío accidentalmente, sino que fue abatida por un disparo de Buñuel. Y también alude a la secuencia del bebé muerto que unos hombres transportan a un cementerio lejano porque en el pueblo carecen de camposanto. El niño no había fallecido: sólo dormía.

Por ello, Las Hurdes no es un mero documental -uno de los primeros del cine español-, sino "ficción basada en hechos reales". "Buñuel recreó una realidad cotidiana, reflejó problemas que sucedían de verdad, pero al no tener tiempo ni dinero para esperar a que sucedieran, forzó algunas situaciones para denunciar una situación de miseria que era dramáticamente cierta", alega.


'Las Hurdes, según San Buñuel

Luis Buñuel se interesó por reflejar la deplorable situación en que malvivían los vecinos de Las Hurdes tras leer un estudio de esa región realizado por Maurice Legendre, director del Instituto Francés de Madrid. Tal y como escribió el propio cineasta en sus memorias -reunidas en el magnífico libro Mi último suspiro-, a finales de 1932 su amigo el anarquista Ramón Acín le prometió producirle una película sobre el tema si ganaba el Gordo de la lotería. Poco después le tocó un premio suculento y cumplió su palabra.

Buñuel se desplazó a Extremadura pocos meses después junto a Acín, el ayudante Pierre Unik y el cámara Elie Lotar, a los que hizo venir expresamente desde París. Según recuerda en su biografía, como no disponía más que de 20.000 pesetas, se dio un plazo de un mes para terminar el filme. "Gastamos 4.000 pesetas en la compra, indispensable, de un viejo Fiat que yo mismo reparaba cuando era necesario", escribió.

También relató que hospedaron en un albergue instalado en el antiguo convento de Las Batuecas y que cargaban todo el día con el material a cuestas. "Aquellas montañas desheredadas me conquistaron enseguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país, a su tierra sin pan", dijo Buñuel sin dar muchos más detalles acerca del rodaje y sin, por supuesto, referirse a las polémicas manipulaciones de ciertas secuencias.

Mi último suspiro sí desvela, en cambio, lo complicado que fue terminar la película. "Después del rodaje, sin dinero, tuve que hacer el montaje yo mismo en Madrid encima de una mesa de cocina. Como no tenía moviola, miraba las imágenes con lupa y las pegaba como podía. Seguramente descarté imágenes interesantes por no verlas bien", reconoció.

La película, que inicialmente era muda, no halló sino incomprensión en España. En 1935 la Embajada de España en París le dio el dinero para sonorizarla en los estudios de Pierre Braunberger, que acabó comprando Las Hurdes tras ciertas tensiones con Buñuel, que amenazó con romper la máquina de escribir de su secretaria con una maza que había comprado en la ferretería de la esquina. Cuando cobró el dinero pudo devolver el dinero a la familia de Ramón Acín, que había sido asesinado al principio de la Guerra Civil.

Buñuel revela que Acín, "anarquista convencido", consiguió escapar hábilmente de un grupo armado de extrema derecha que fue a buscarle a su casa en Huesca. "Los fascistas se llevaron entonces a su mujer y dijeron que la fusilarían si Acín no se presentaba. Él se presentó al día siguiente. Los fusilaron a los dos", rememoró el cineasta.


4 comentarios:

Eric dijo...

Qué ganas de leerlo, Juan. Y de ver la peli, he visto imágenes pero nunca la he visto entera. Buen dibujo, por cierto.

el jukebox dijo...

Rebueno, humilde fotero.
Me quedé con el álbum a raíz de una información de El País, pero ya se me había olvidado, sin haberlo pillado. Intentaré seguir tu consejo y hacerme con el cómic porque tiene una pinta...

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

Eric. La peli merece la pena como documento y porque es uno de los primeros documentales filmados en España. El tema de que algunas imágenes estén manipuladas da un poco para atrás, pero en fin.

Jukebox. El cómic, efectivamente, merece la pena. Y me gusta que el autor haya fabulado inventando historias que mezclan realidad y ficción en lugar de limitarse a tratar de recrear el rodaje de Las Hurdes...

Alan Moore dijo...

El tebeo está muy bien; la película no tanto. La película es interesante entendida como cine, como hecho estético, pero nada más. Como documento no, porque no documenta ninguna realidad. Las Hurdes nunca fueron así, nunca pasó nada de lo que dice Buñuel, todo es una gran mentira. Además bastante absurda, porque si algo abundaba en La Hurdes era precisamente la miseria, por lo que no se entiende para qué demonios tuvo Buñuel que esconde la de verdad e inventar otra. Pero es lo que hizo...