24 mayo 2010

Crítica de la obra 'Calígula'


A Camus lo que es de Camus

Fecha y lugar.
22/05/10. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Autor. Albert Camus. Dirección. Intérpretes. Sandro Cordero (Calígula), Garbiñe Insausti (Cesonia), José Juan Rodríguez (Quereas), Sergio Gayol (Escipión), Gorsy Edú (Helicón), Calres Montoliu (Séneca), Carlos Lorenzo (Calixto), Balbino Lacosta (Claudio), Marina Barba (Lolia), Martín Caló (Mereya), Manuel Hernández (Lépido), Ramón Linaza (V. Asiático). Incidencias. Aforo prácticamente completo. Un grupo de personas invidentes siguió la función a través del nuevo sistema de audiodescripción y un perro lazarillo que acompañaba a su dueña en el patio de butacas ladró varias veces durante la función.

LO que más sorprende del Calígula de Albert Camus es, aparte de sus excepcionales diálogos, su actualidad. El Nobel galo firmó la primera versión de la obra en 1938 y todavía hoy, 72 años después, conserva plena su vigencia. La acción está ambientada en la Roma imperial y tiene al César como protagonista, pero describe con tan dolorosa lucidez los estragos que ocasionan las ideas impuestas a la fuerza que no es difícil relacionar la trama con muchas de las tragedias de nuestro tiempo, incluidas aquellas que acontecen en el ámbito doméstico del ciudadano corriente.

El emperador al que la historia, el cine y la BBC pintaron como a un loco depravado se convierte, gracias a Camus, en un idealista, en un lunático en el sentido estricto de la palabra: porque Calígula ambiciona "la luna o la felicidad o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo". A la proverbial crueldad del tirano, brillantemente encarnado por Sandro Cordero, se suma un utopismo desaforado pero bañado en sangre y abyección.

El montaje de L´Om-Imprebís incluye guiños a la polémica película que Tinto Brass dirigió en 1979 -la moneda gigante o la tórrida sensualidad-, pero aporta elementos singulares como música interpretada en directo por los propios actores, un vestuario un tanto osado y una sencilla pero efectiva escenografía. Todo ello contribuye a aportar una dimensión contemporánea e interesante a la propuesta, aunque haya algún pasaje -por ejemplo, el inicio del tercer acto, donde la actriz Garbiñe Insausti canta en clave de musical de Broadway- que desentona en el conjunto y que podría haberse resuelto de modo más clásico.

Por fortuna, las mínimas pegas que se le pueden reprochar a la función se ven disipadas de inmediato por la grandeza de un texto respetado en su literalidad y repleto de metáforas, hallazgos verbales e inteligentes y prolijas invitaciones a la reflexión. Por tanto, demos a Albert Camus lo que es de Albert Camus.


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