30 noviembre 2010

Concierto de Jamie Cullum en el Kursaal


Dinamitero de fronteras musicales

SERÁ
porque los conciertos se han convertido en la principal fuente de ingresos de la industria musical, pero últimamente no pasan demasiados meses sin que muchos artistas vuelvan a actuar ante el mismo público. Es el caso de Jamie Cullum, que el pasado domingo, año y medio después de clausurar brillantemente el Heineken Jazzaldia, desembarcó en Donostia por tercera vez. En esta ocasión actuó a cubierto, en un Kursaal lleno hasta la ikurriña, y aunque el auditorio no tiene la solera de la Plaza de la Trinidad, el británico protagonizó un show mayúsculo y, una vez más, fascinó con una actuación es-pec-ta-cu-lar.

Antes del inicio, la enorme pantalla proyectaba imágenes de un piano volando por los aires. No solo era un guiño a la portada del último álbum del músico, The Pursuit (2009), sino también un presagio de lo que iba a ocurrir a continuación. Con aires casi raperos, Cullum irrumpió con su banda en la sala expeliendo los versos de la magnífica Get Your Way, canción que la sección de vientos convirtió en huracanada y que al líder le sirvió para saltar desde lo alto del piano por primera vez. Continuó con el calmado homenaje a Cole Porter en Just one of those things, al que sucedieron piezas recientes como Love Ain"t Gonna Let You Down. Aunque ya tenga treinta y tantos años, sigue cantando con insolencia juvenil el Twentysomething que en 2004 le catapultó a la fama, y es capaz de resultar convincente tanto si suena a crooner clásico como si integra en su jazz elementos desenfadados y alternativos.

Precisamente, uno de los instantes más preciosos de la noche llegó cuando fundió el final de All at sea con If I Ruled the World, una balada que Cullum presentó recubierta de una leve pero emocionante pátina de electrónica. Del último disco también eligió la versión de Rihanna Don"t Stop The Music, ejemplo de cómo una canción vulgar puede mutar en un estupendo tema con exhibición de beatboxing incluida, y la marchosa I"m all over it, que le causó algún que otro gracioso problema con el falsete. Sus formidables acompañantes -eran cuatro pero hacían que el invento sonara como si detrás hubiera una enorme big band- montaron un tinglado latino en Next Year Baby y le dejaron solo en varios momentos, como cuando abordó In The Bleak Mid-Winter y sorprendió con el maravilloso Tiny dancer que Elton John cantaba cuando aún no se había transformado en un triste caricato. Regresaron todos para participar en These are the Days y en la reinterpretación de dos clásicos -uno antiguo y otro moderno-: el R&B que Ray Charles popularizó bajo el título I Got a Woman y una bella gema pop de Radiohead, High and Dry, en la que el respetable adoptó el papel de orfeón para hacer tres tipos distintos de coros.

El joven Cullum es perro viejo en el arte de dinamitar fronteras entre géneros musicales para que éstos se mezclen libremente y sin complejos. Él entiende el jazz en clave heterodoxa y parece que su actitud pop-rockera y la notable inteligencia con la que mezcla los distintos palos musicales le sirven para acercar ese estilo a las nuevas generaciones. Porque si no es jazz lo que él y su grupo hicieron en varios solos y cuando se mezclaron con el público para tocar Caravan en la habitual jam session, que baje Duke Ellington y lo vea. La audiencia llevaba ya tiempo extasiada, jaleando y aplaudiendo a Cullum sin descanso, pero el acabose llegó con la explosiva Mixtape, que levantó de sus butacas a más de 1.500 espectadores entusiasmados con un clímax entre épico y discotequero. Los dos únicos bises fueron Wind cries Mary, soberbia cover de Jimi Hendrix, y la delicada Gran Torino, tema central de la banda sonora del filme de Clint Eastwood. Fue un inmejorable colofón para el concierto de un artista que, se pongan como se pongan los puristas, ofrece un show de mil pares de bemoles.

2 comentarios:

Merovingio dijo...

Pedazo de concierto y de crónica. Es curioso, después de leerla puedo revivir el concierto y disfrutarlo en tiempo diferido... qué grande Jamie!!!!

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

¡Gracias, Merovingio!
Me gustó absolutamente todo, menos una cosa, que no estaba en manos de Cullum: no pude fotografiar como es debido el primer salto... ;-)