27 noviembre 2010

Concierto de Osaka Monaurail en Donostia



Kamikazes del funk

Primero
aparece la banda con sus ocho integrantes impolutamente uniformados. La sección de vientos usa sombrero y se coloca al frente; al fondo se ubican las guitarras, el bajo y la batería. Varios sabrosos instrumentales abonan el terreno hasta que aparece el rey (o emperador) de la fiesta, el vocalista Ryo Nakata, con una carta de presentación bien prometedora: los miembros de Osaka Monaurail soplan y hacen girar sus trompetas, todos participan de una coreografía frenética y el líder rubrica la introducción con un spagat de aúpa. El concierto pinta muy bien, pero por desgracia el impacto inicial de ver a un émulo de James Brown con ojos rasgados se disipa al segundo o tercer tema, es decir, demasiado pronto.

Tan pronto como el espectador se percata de que el frontman carece de voz y de que la actuación se asemeja más a un coitus interruptus que a una libidinosa eyaculación de funk. Porque salvo un par de explosiones rabiosas, el show del miércoles en Gazteszena pareció un constante quiero y no puedo, sobre todo por los tediosos y prolongados intervalos en los que, más que cantar, Nakata se dedicaba a jadear y a jalear a los músicos de un grupo totalmente desaprovechado. No esperábamos mucho más que una divertida verbena de música negra tocada a la japonesa, y esta habría sido bienvenida si hubiera estado interpretada con carisma y actitud. Sin embargo, algunos abandonamos la sala con la sensación de haber asistido a un suicidio musical al más puro estilo kamikaze, pero sin ápice de heroísmo.

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