13 junio 2012

Concierto de Rafael Berrio y Mursego en el Seminario


La amenaza Phantasma

La primera comunión de Rafael Berrio y Maite Mursego se celebró el pasado viernes en el imponente Seminario de San Sebastián. Impregnadas de ese inconfundible aroma a incienso y humedad, las estancias del edificio fueron recorridas con inusitada curiosidad por los asistentes a la última entrega del Homeless Music Festival. Fue, de lejos, la cita más seria y genuina de cuantas ha celebrado hasta la fecha el club de conciertos especiales en sitios no habituales. Esta vez no hubo grupos guiris ni piscolabis que desviaran la atención de lo esencial: la música y, sobre todo, la palabra.

Berrio y Mursego han alumbrado Phantasma de la nada. Hace ya unos meses, comenzaron a ensayar, guiados por su propia intuición y la improvisación, hasta que dieron con la original fórmula de un espectáculo que, según su propia definición, mezcla “perfopoesía y experimentación, palabra hablada y trance electroacústico”. Algo que quizá desconocían varios incautos espectadores que visitaron el añejo teatro del Seminario, un recinto de solera mayúscula decorado con lámparas de araña y cinco enormes vidrieras: cuatro para cada evangelista y la del centro para Cristo.

Cayeron los cortinones y la sala quedó sumida en la penumbra, con la única iluminación del par de lámparas de un escenario austero: una mesa con unas flores secas y un metrónomo. Quienes, guiados tal vez por anteriores convocatorias del Homeless, pensaban ver un concierto al uso, quedaron noqueados cuando ambos artistas tomaron asiento y Berrio comenzó a declamar, a pelo y con su voz teatral y engolada: “¿Quién tiene razón? ¿Bambi o Ciorán?” En la mejor tradición del spoken word estadounidense, la función, plagada de ideas sorprendentes, fue alternando los recitados de uno y de otro aderezados con las melodías guitarreras de Berrio, autor de la mayor parte de los textos, y el cello y la melódica de Maite, tocados, grabados y relanzados una y otra vez con ese artefacto del averno que se llama loop station.

La idea “de la realidad y la existencia aparente” guía un montaje que resulta aún más atractivo por las espectrales videoproyecciones de Ángel Aldarondo y Edorta Subijana, que sobre una tela negra mostraron las imágenes de los fantasmas de Berrio y Mursego, que unas veces parecían divertidos y otras amenazantes. Entre otras muchas cosas, Maite cantó el tema Vivir y recitó Euskal existentzialistaren balada, magnífico y cómico texto de Harkaitz Cano, que también firma otro poema en euskera sobre el caballo que Nietzsche abrazó en Turín años antes de morir. La eibartarra, que sorprendió a quienes aún no habían disfrutado de su particular modo de crear música capa-sobre-capa, también tocó un romántico tango instrumental con el cello e introdujo al harmonium (un órgano de reminiscencias eclesiásticas) un formidable poema de Berrio sobre Las tres maneras de beber ginebra: “la de la soledad, la del desgarro y la de la mala estrella”.

Con voz rítmica y cadenciosa, el donostiarra descerrajó poderosos textos de marcado tono existencialista. Destacaron el de una “casa aislada en el secano palentino” (la música y los efectos de Mursego parecían parte de la banda sonora de una película de terror), el relativo al cambio y la decadencia (con el cello y la guitarra eléctrica propiciando un bonito rock de cámara), y el que advertía de aquellos “objetos inanimados que te van a sobrevivir” (absolutamente lapidario). Esa solemnidad que preside la obra más reciente de Berrio se plasmó también en Yo ya me entiendo, la única canción convencional del espectáculo (con gran estribillo: “El destino lo forja el temperamento”) e incluso en el modo en que fue enumerando las calles, puentes y avenidas donostiarras en Lluvia.

Hubo algún interludio estrictamente musical con brillantes pasajes de guitarra y cello, pero ninguno tan exaltado ni rabioso como el que acompañó a Niño futuro. Un riff absolutamente velvetiano sirvió de colchón a la incontable concatenación de palabras que desbordaron el último texto de Berrio, que culminó en un delicioso éxtasis de distorsión y proyecciones. La misa pagana había finalizado. “Podéis ir en paz”, bromeó el músico antes de asegurar al complacido público que no tenían bises preparados. Por fortuna, Mursego le convenció de tocar a modo de propina improvisada Amanece. Que no fue poco: un probable avance de  lo que será su próximo álbum tras el aplaudido 1971. Lo esperamos con fruición, tanto como volver a ver Phantasma para disfrutar una vez más de su música y de sus sugerentes textos.

(Publicado en el blog de Mirarte, la sección de Cultura del diario Noticias de Gipuzkoa)

 

5 comentarios:

Mon Oncle dijo...

Espléndida y completísima crónica. No puedo añadir nada más.

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

Merci, Mon Oncle!
¿Cómo que no puede usted añadir más?
¡Yo aún espero su crónica en el blog!
¡Saludos!

Pink Flamingo dijo...

¡¡¡Bravo!!! Oso ondo Juan!: )

Pink Flamingo dijo...

¡¡¡Bravo!!! Oso ondo Juan!: )

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

Eskerrik asko!!!